Suecia: Covid-19 y sus Inmigrantes


Järvaveckan, la semana politica de integración cerca de Rinkeby. Esta año fue cancelado por la pandemia.

Los inmigrantes en Suecia tienen muchas víctimas del Covid-19 en la zona de Rinkeby-Tensta-Kista de Estocolmo. Esto es un hecho que debe hacer repensar en la política de integración. Porque la integración no se logra con una ley que diga desde el primero de septiembre todos están integrados, es un proceso de ida y vuelta el lo cual los suecos también deben saber quiénes son sus inmigrantes, escribe Carlos Decker-Molina en esta análisis.

La psiquiatra Elisabeth Klüber-Ross ha clasificado en cinco momentos la actitud humana frente a una catástrofe o accidente:

1 – Negación. 2 – Rabia. 3 – Paralización. 4 – Depresión y 5 – Aceptación. 

Pues bien, el extranjero o refugiado que llega a Suecia, según mi adaptación de la tesis de Klüber-Ross pasa por cinco etapas que son:

1 – Luna de miel con Suecia. 2 – La nostalgia de la patria abandonada. 3 – La paranoia (los suecos son racistas). 4 – El refugiarse en la burbuja nacional de origen (el iraquí con los suyos como el boliviano con sus compatriotas) y 5 – La gran decisión. Integrarse o segregarse.

Mi experiencia personal
Llegue a finales de 1976, Suecia era muy diferente a la de hoy (para bien y para mal). Aquel entonces los inmigrantes eran, sobre todo, fuerza laboral. Los refugiados de América latina y los países del Este también, pero con diferencia de clases en su interior, los intelectuales se adecuaban al nuevo medio más rápido que los otros. 

Entonces Suecia tenía los llamados “campamentos de refugiados” donde se enseñaba el idioma, los niños iban a la escuela y había un ejército de traductores. Además, Radio Suecia tenía dos servicios de emisiones en lenguas extranjeras: Radio Sweden que informaba sobre Suecia a los oyentes del exterior (una adecuación de la experiencia de la BBC durante la 2da. guerra) y la redacción de lenguas de los inmigrantes que orientaba a los nuevos residentes sobre el país que habían elegido para vivir sin descuidar la información de los países de origen como forma de mantenerlos como escuchas cotidianos. 

Carlos Decker-Molina.

Esas emisiones fueron decisivas en dos oportunidades llamadas catástrofe. El asesinato de Olof Palme y el naufragio del barco de pasajeros Estonia. Lo sé por experiencia porque trabajé en ambos sistemas. Terminé en 2004 como Jefe de Redacción Alterno. En ambas “catástrofes” mantuvimos informados a los inmigrantes y refugiados en sus idiomas nacionales sobre el desarrollo de ambos hechos. Cumplíamos a cabalidad el concepto inglés de Public Service.

No es que aquellos tiempos no haya habido “burbujas nacionales”, donde se hablaba de política y deportes como si se estuviera en Chile o en la Argentina, pero, hoy la fragmentación social es mucho mayor, apareció un nuevo actor en la escena mundial, primero las antenas parabólicas y luego Internet.

De la luna de miel a la paranoia
Por lo tanto, de la “luna de miel con Suecia” país donde se descubre la libertad, la igualdad, la solidaridad, las oportunidades, se pasa muy rápido al de la paranoia y de allí a la burbuja nacional alimentada por los nuevos medios, que sin querer queriendo convierte al sujeto en el “salvaje ilustrado” que no tiene herramientas culturales para saber que la información no es conocimiento, una información, además, en muchos casos “conspirativa”. 

Pienso que Suecia no supo resolver ese problema porque abandonó una parte importante de la política de integración que es la comprensión y aceptación del Otro.

El neoliberalismo intentó hacer copias individuales, es decir todos teníamos que ser suecos como los suecos y el que no podía lograrlo es o era un “loser”.   

El filósofo surcoreano/alemán Byung-Chul Han en “Expulsión de lo distinto” escribe: “El Otro es constitutivo de la formación de un yo estable”.

El inmigrante es “el singular” que se convertirá en “plural” en la medida que se reconozca esa singularidad que en los últimos años se intentó eliminarla para transformar al inmigrante en sueco con cara de indio o de árabe.

No hay sociedad ni cultura ausente de dinámica, ninguna formación social y/o cultural es estática. Algo ha pasado en Suecia después de 1989 incluso en el campo de la defensa y la seguridad.

Los inmigrantes en Suecia tienen muchas víctimas del Covid-19, sostenía la prensa al unísono en semanas pasadas. Y, también en coro monocorde se sugería más o mejor información en los idiomas de los inmigrantes. No está mal, pero carecen de antecedentes sociales, de las tradiciones de cada grupo.

El descrédito a la información oficial
No digo que todos los inmigrantes piensan igual, pero, hay rasgos comunes como: El descrédito a la información oficial. Vienen de países donde sus gobiernos manipulan la información. Radio Nacional es sinónimo de altoparlante del gobierno de turno. No creen en sus instituciones y tiene que pasar tiempo para que aprenden a creer en las instituciones de Suecia, la base de su democracia. Por eso apedrean a la policía porque no saben y no entienden que la policía sueca es un organismo enmarcado en leyes y anclado en la democracia. No es la policía de Iraq ni la de Siria.

Hay grupos más tradicionalistas que otros, por ejemplo, es imposible que los somalíes dejen a sus abuelos solos metidos en un apartamento, se pueden jugar la vida para ir a verlos, abrazarlos y charlar con ellos.  En muchos casos viven hacinados por esa razón para no dejar a sus mayores cerrados en un desván. 

Hace años un compatriota boliviano me escribió una carta (cuando no había e-mail) desde Norrköping, entre otras cosas me decía: “Vivo en una caja de zapatos cómoda, pero caja al fin”.

No quiero decir que los políticos de Suecia no conocen a sus inmigrantes, pero algo de eso hay. No se trata de asuecar, se trata de traspasar conocimiento, se trata de informar y explicar cómo funciona la sociedad sueca. Ahora que la competencia es Internet, Al Jazeera o Al Arabiya, hay que buscar otros modos y métodos para luchar contra las burbujas nacionales.

Incluso la UE debiera pensar en una campaña informativa de cada a sus inmigrantes, así como USA, Rusia y China tienen sus emisiones en lenguas extranjeras, la UE debiera también tenerlas. No solo por razón de la pandemia sino por la defensa de las libertades y la democracia.

Finalmente, el lazo que une a todos los inmigrantes es el idioma sueco, a veces, mal hablado, pero es el idioma de comunicación entre árabes y kosovares o entre finlandeses y polacos o entre latinoamericanos y africanos. 

Por eso fueron importantes las emisiones en lenguas extranjeras de Radio Suecia que también tenía programas en sueco con sonsonete extranjero como: Sverige med andra ögon (Suecia con otros ojos) o Brytpunkt (punto de quiebre) 

Por eso fue importante el Invandrartidningen que se fundó en 1967 a iniciativa de un sueco que sí entendía el fenómeno de la integración, me refiero a Kjell Öberg.

Hoy hay emisiones en sueco fácil en Radio Suecia tanto escrito como hablado, pero carece del aura institucional que tuvo una redacción que hoy es solo la cola de un león que se llama EKO (informativo emblemático de Radio Suecia).   

Las victimas de Covid-19 en la zona de Rinkeby-Tensta-Kista es un hecho que debe hacer repensar en la política de integración. 

La integración no se logra con una ley que diga desde el primero de septiembre todos están integrados, es un proceso de ida y vuelta porque los suecos también deben saber quiénes son sus inmigrantes, porque la falta de conocimiento es caldo de cultivo para el prejuicio.

¡Les deseo mucha suerte a los inmigrantes en Suecia, soy uno de ellos!

Carlos Decker-Molina

Periodista y escritor boliviano radicado en Suecia.

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