¿Latinos por Trump – por qué?


Illustración: Shutterstock.

COMENTARIO. Hay una tendencia a explicar el fenómeno de la inmigración como un hecho colectivo. Pero la migra ilegal es un acto individualista. Por eso, el inmigrante se pone en contra de otro inmigrante en el mercado de la mano de obra, escribe Carlos Decker-Molina.

Los opiniones en esto texto son los del escritor.

La incuestionable victoria de Donald Trump en las elecciones de EE. UU. tiene diversas lecturas cuando se trata de analizar las razones de los latinos para votar por él, así como los países que, en realidad, no saben lo que sucederá cuando Trump ejerza la presidencia.

Comencemos por el crecimiento del apoyo latino a Trump. Aunque, en honor a la verdad y los datos de los centros electorales, “en números absolutos, Kamala Harris ganó el voto de la comunidad latina (53%), pero Trump obtuvo un avance histórico (45%)”.

Jerónimo Cortina, profesor de la Universidad de Houston, dijo a la BBC que la clave está en “lo que pagas por el carro del supermercado, la gasolina, el cereal que le gusta a tus hijos”. Es decir, hubo un componente económico. “Se paga 5 dólares por una docena de huevos. Antes costaba 1 dólar.” Lo inexplicable de ese voto es que también importa apoyar las políticas restrictivas sobre la migración.  

Inmigrantes contra inmigrantes

Hay una tendencia a explicar el fenómeno de la inmigración como un hecho colectivo, como si se tratara de refugiados políticos que huyen de alguna dictadura. Los chilenos que huyeron en los 70, por ejemplo, más del 70% de ellos lo eran.  

El centroamericano o el mexicano que migra ilegalmente lo hace en busca de mejores días para él y su familia. Es un acto individualista y, sobre todo, económico. Ser pobre en un país rico es siempre mejor que ser pobre en un país pobre. Como es un hecho individualista, no quiere tener competidores en el mercado de la mano de obra. Por eso, el inmigrante se pone en contra de otro inmigrante. Esa sería la explicación de la victoria de Trump en el condado de Starr (Texas), donde el 97% de la población es latina. Trump obtuvo el 57% de los votos, frente al 41% de Harris.  

En EE. UU. hay otro tipo de migrantes: los que huyen de dictaduras, como la cubana, la venezolana o la nicaragüense. Estos grupos tienen en común el anticomunismo o el anti-socialismo. A este grupo duro pertenecen los que militan en el Partido Republicano y votan siempre por los rojos de EE. UU.  

Trump lanzó varios bulos a lo largo de la campaña, pero hubo uno que caló entre los inmigrantes con una tenue conciencia política: los que huyen de dictaduras populistas de izquierda. La mentira de Trump fue calificar a Kamala Harris de marxista y comunista.  

Las mujeres latinas votaron menos que los hombres, pero aumentó su apoyo a Trump en comparación con otras elecciones. Hay un componente religioso; el catolicismo se opone al aborto y no acepta la homosexualidad. Según el académico Jerónimo Cortina: ”Los latinos de mayor edad tienen un punto de vista más conservador en relación con temas como el aborto o el matrimonio homosexual”.  

Sin embargo, explica Cortina, los latinos más jóvenes son mucho más liberales que sus padres o abuelos.  

Entonces, pensar que todos los latinos son conservadores no es correcto, sostiene Cortina.  

Sin duda, los latinos son una masa diversa en la que domina el sueño de una vida mejor que no encuentran en sus países; no son de izquierda. Entre los jóvenes hay un poco más de ejercicio liberal.  

Un continente sin prioridad

La mayoría de los analistas consideran que el continente es poco o nada prioritario para el gobierno de Trump. México es la puerta de entrada de la inmigración ilegal, y hasta Venezuela el tema es la inmigración. 

De Venezuela hacia el sur, no le interesa; no los ve, no están en sus proyectos, al menos no en los inmediatos. Y no es solo la visión del nuevo mandatario, sino también el poco reflejo de un continente opacado.  

Daniel Kerner, un mexicano criado en Buenos Aires y radicado en Washington, director para América Latina de Eurasia Group, entrevistado por Seúl Radio, dijo que el continente no tiene una narrativa clara como la que tenía hace 20 años. “Es una región con gobiernos débiles, con alto descontento social, no hay dinero para volver al proyecto del Socialismo del Siglo XXI y los pocos gobiernos reformistas tampoco tienen presupuesto”.  

El impacto podría ser dramático si Trump ejecuta la amenaza de los aranceles. Esto produciría inflación y menos crecimiento. Probablemente México sería el país más golpeado. El Tratado de Libre Comercio entre EE. UU. y México, que fue obra del primer gobierno de Trump, podría revisarlo y, de ser posible, anularlo. La presidenta Claudia Sheinbaum intentó calmar los ánimos: “No hay razón para preocuparse, nuestros países no compiten entre sí”.  

Brasil tiene un Lula que, aunque sigue siendo el presidente, no tiene la fuerza de su primera gestión; se ha convertido en el protector de la democracia, pero nada más. No tiene un proyecto a largo plazo.  

Chile ha perdido el encanto que despertó en los años 80 y 90 como consecuencia del crecimiento de las desigualdades y su polarización.  

Argentina se debate entre levantarse o caer definitivamente. Milei tiene una cierta esperanza en Trump, aunque olvida que el mandatario del norte es proteccionista, lo cual es contrario a la filosofía libertaria.  

Colombia tampoco está en la mira del recién elegido. Petro destacó que las políticas de Trump “son un reto para la región, pero también una oportunidad para repensar nuestras alianzas y fortalecer los mercados internos”.  

Repensar alianzas implica abrir las puertas a China, sobre todo, pero el gigante asiático también tiene sus problemas de crecimiento. Trump considerará como enemigo al amigo de su enemigo, lo que podría traducirse en políticas duras.  

La mayoría de los analistas internacionales dicen que las prioridades de Trump son China, Irán y Ucrania.  

Las inversiones en el continente se han reducido, están a la espera de cambios, pero hay una gran desconfianza. Por ejemplo, las elecciones de jueces y magistrados en México se consideran como el comienzo del autoritarismo. En la mayoría de los países no hay disciplina fiscal y lo que existe es una gran inestabilidad debido a la debilidad de los regímenes y a las desigualdades que han crecido como efecto de la pandemia y la baja de precios internacionales de los llamados commodities, que dieron mucho dinero a países como Bolivia, pero que no supieron administrar bien para evitar la época de las vacas flacas.  

Es decir, no es solo Trump el que no mira al continente, sino que éste, debido a la debilidad de sus regímenes, no ofrece condiciones que convoquen a los inversores ni planes de desarrollo endógeno. En muchos países hay polarizaciones que debilitan las instituciones, y surgen como soluciones los autoritarismos de derecha o izquierda.  

Volviendo al pensamiento de Trump 

No es probable que “termine” con las dictaduras como las de Nicaragua y Cuba, simplemente no le interesan. Con Venezuela hay un componente casi personal, y la solución puede ser temperamental. Por otro lado, no hay que olvidar la amistad con Putin, quien, a su vez, es aliado de esos países. El presidente ruso puede hablar a favor de sus aliados y detener las rabias de Trump.  

El día de su triunfo, en su discurso, Trump aclaró: “Gobernaré bajo un simple lema: promesas hechas, promesas cumplidas. Vamos a cumplir nuestras promesas”.  

Hay siete promesas que se supone cumplirá y son:  

1. Deportar a migrantes ilegales.  

2. Terminar con la inflación y nuevos aranceles: 10% sobre la mayoría de los productos extranjeros y 60% a los productos de China. 

3. Eliminar las regulaciones climáticas. En referencia al petróleo, dijo: “Perforar, perforar, perforar”.  

4. Terminar la guerra en Ucrania. Sobre la guerra en Gaza, Trump está posicionado como defensor de Netanyahu.  

5. No a la prohibición del aborto.  

6. Liberar a los “patriotas” que asaltaron el Congreso el 6 de enero de 2021: “Son presos políticos”.  

7. Destituir al fiscal especial Jack Smith. Donald Trump vuelve a la Casa Blanca como el primer presidente de la historia con una condena criminal, tras haber sido declarado culpable, en Nueva York, de falsificar registros comerciales.

Carlos Decker-Molina

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