Según un estudio, hay 1,7 millones de virus desconocidos para la ciencia, entre los que de 540 a 850 mil tienen capacidad potencial de saltar a los humanos e infectar a la población. Estamos viviendo el en siglo de las pandemias, se pregunta Carlos Decker-Molina en esta ensayo.
Los estudios no son nuevos, los seminarios no fueron secretos, pero no tuvieron la publicidad necesaria, los estudios quedaron en manos de expertos y poco o nada sabía el público sobre la relación entre pandemias, animales y bosques.
Habida cuenta de que la pandemia de la Covid-19 entró a su segundo año, con amenazas de una tercera ola debido a las mutaciones de Inglaterra, Brasil y Sudáfrica, las más difundidas en Europa, recién salen a luz pública los estudios que entrelazan la deforestación, los animales salvajes, la pérdida de su hábitat y la aparición de miles de nuevos virus.
Llegó a mis manos un informe elaborado por IPBES (sigla en inglés) de la Plataforma sobre Biodiversidad y Servicios del Ecosistema en el que figura un cálculo turbador: “Existen 1,7 millones de virus desconocidos para la ciencia, de los que entre 540 y 850 mil tienen capacidad potencial de saltar a los humanos e infectar a la población”.
Radio Suecia tiene en su programación, un espacio de ciencia que informa sobre aspectos técnicos y científicos relacionados con la salud del ser humano. En un especial de la semana pasada reunieron a varios científicos para hablar de las relaciones entre los humanos, los animales, el medio ambiente y sus repercusiones en la salud de las personas.
La deforestación como causa
Aaron Bernstein, del Centro para el Clima, Salud y Medio Ambiente Global de la Universidad de Harvard, recordó que la deforestación en África fue la causante del virus del Ébola. Y lanzó una alerta: “Cuidado con la deforestación del Amazonas, en ese hábitat hay millones de especies que no han tenido jamás contacto con los humanos”.
En el dossier sobre pandemias, zoonosis y comercio de animales, Ortiz Millán del Instituto de Investigaciones de la UNAM de México escribe: “Epidemias similares a la Covid-19 que hemos visto en las últimas décadas –como las del SARS, el H7N9, el H1N1 y otras–, han sido enfermedades zoonóticas, es decir, fueron transmitidas a los humanos a través de los animales. Todas ellas surgieron en contextos de explotación de animales (silvestres o domésticos), en donde se les mantiene hacinados o en una elevada densidad de población, como son la comercialización –legal o ilegal– de especies silvestres, o la producción de carne, leche o huevo en sistemas intensivos en granjas industriales”.
Mas o menos todos los expertos coinciden en que los brotes de enfermedades epidémicas y los contagios se producían en regiones geográficas más o menos delimitadas, actualmente la globalización ha facilitado que estas enfermedades puedan propagarse con una rapidez impresionante, se han roto las fronteras donde se originó la enfermedad.
La Organización Mundial de Turismo (OMT) tiene una estadística sobre los viajeros globales. En 2019 fueron 1.500 millones de personas han viajado de un lado al otro durante los 12 meses de ese año, uno de ellos fui yo que estuve en Buenos Aires en una feria del libro. Estos viajes son el vehículo de los virus, los contagios se globalizan en 24 horas.
Uno de los redactores del informe elaborado por IPBES, es Peter Daszak, presidente de Eco Health Alliance, escribe: “Las mismas actividades humanas que impulsan el cambio climático y la pérdida de biodiversidad también generan riesgo de pandemia a través de sus impactos en nuestra agricultura”.
La Covid-19 es la sexta pandemia desde el brote de influenza de 1918, “impulsada enteramente por actividades humanas” como la explotación insostenible del medio ambiente a través de la deforestación, la expansión de la frontera agrícola, el comercio y el consumo de la vida silvestre, que se convierten en el origen y la causa inmediata del salto de los virus animales hacia los humanos.
Mas contacto entre humanos y animales
El contacto humano cada vez más cercano con los animales silvestres produce mutaciones que luego devienen en enfermedades y/o pandemias. Los expertos del programa de Radio Suecia sostuvieron que hay millones de virus que circulan antes de convertirse en peligrosos. Hay un periodo que se puede llamar de “climatización”; las observaciones científicas llamadas Deep Sequencing son las que identifican los diferentes tipos de virus y su peligrosidad porque algunos se establecen sin causar grandes daños.
Además, dicen esos expertos que “la naturaleza tiene sus propias fronteras”, pero cuando éstas han sido rebasadas por la actividad humana, como la tala de árboles y el comercio de animales salvajes, los virus se expanden con rapidez.
El 70 por ciento de las enfermedades emergentes como el Ébola, el Zika y el VIH/sida son de origen zoonóctico, lo que significa que antes circularon en los animales para luego saltar a los humanos. Los científicos de IPBES dijeron que alrededor de cinco enfermedades surgen cada año entre los humanos, cualquiera de las cuales tiene el potencial de convertirse en pandemia. Confirman en su informe que las tres cuartas partes del planeta ya están “severamente degradas por la actividad humana”.
Un tercio de la superficie terrestre y las tres cuartas partes del agua dulce del planeta se utilizan actualmente en la agricultura y el uso de los recursos de la humanidad se ha disparado hasta un 80% en solo tres décadas.
El otro problema es el crecimiento de la población. La CIA, en el World Fact Book de 2020, señala: “7.684 millones de personas pueblan el globo”. Hace años en Pekín, antes de su revolución capitalista, cuando todos vestían los uniformes azules, un traductor intentó explicarme la ausencia de “moda” diciendo: “Te imaginas la cantidad de materia primera que necesitamos para fabricar los botones de mi casaca, que son diez incluidos los de los puños”. En ese momento los chinos eran más o menos 1.000 millones. Hoy suman 1.339.724.851 habitantes y han dejado los uniformes y las dos mudas de zapatos en el museo del maoísmo.
Esos mismos años escuché: “los chinos comemos todo lo que tiene cuatro patas menos las mesas y todo lo que vuela menos los aviones”. Entonces también bebí un aguardiente de una botella donde estaba una culebra macerada, si uno quería podía también comerla, no lo hice, a pesar de que en mi niñez había tomado sopa de víbora de doña Asteria. Las hacia charque y luego las molía y cocinaba una sopa que decía que “evitaban la vejez”.
Los mercados de la pandemia
Peter Ben Embarek, de la OMS, al regresar a Suiza luego de su visita a China dijo: “El virus circulaba ampliamente en Wuhan en diciembre, lo cual es un nuevo hallazgo”.
El especialista en seguridad alimentaria de la OMS agregó que científicos chinos habían presentado al equipo 174 casos de coronavirus en Wuhan y sus alrededores en diciembre de 2019. De estos, 100 habían sido confirmados por pruebas de laboratorio, dijo, y otros 74 a través del diagnóstico clínico de los síntomas del paciente.
Justamente en Wuhan está uno de los mercados de animales silvestres, como serpientes, murciélagos, mapaches, pangolines, salamandras, tortugas y cocodrilos, entre otros. Estos mercados también existen en Vietnam, India, Filipinas y Japón. En África los hay en Congo, Kenia y Nigeria y en América latina existen en México, Brasil y Perú.
Hay aceptación entre los consumidores y comerciantes de animales silvestres en que hay dos tipos de compradores, los que los ingieren como alimentos/remedios/previsores y los que comercian para un mercado de atracciones.
La mayoría de los que ingieren es para curarse o prevenir enfermedades, por ejemplo, la sopa del llamado murciélago de herradura (Rhinolophus sinicus) dicen que previene el cáncer, así como otros están seguros de que aumenta la virilidad.
Hay creencias de que comiendo carne de un determinado animal el cuerpo humano absorbe la fuerza física del animal. La carne y las escamas de pangolín (Manis–mamífero con escamas) se usan para curar la fiebre palúdica, la artritis, la epilepsia. Ninguna de estas afirmaciones tiene respaldo científico, igual que la ingestión del polvo de cuerno de rinoceronte no aumenta la potencia ni la virilidad como creen en varios lugares de Asia.
Estos animales son el reservorio natural del virus, es decir, puede vivir con el virus sin enfermarse. No obstante, los virus pueden mutar y adaptarse a otra especie en la que sí pueden causar enfermedad. A veces, la especie receptora puede convertirse en un amplificador, lo que aumenta su virulencia y la rapidez con que se transmite.
Recientemente, varias investigaciones han afirmado que el genoma del SARS-CoV-2 que afecta a los humanos es muy cercano al de los coronavirus de los murciélagos herradura (Rhinolophus sinicus). Del murciélago pasó muy probablemente a los pangolines y de éstos a los humanos. Diversos artículos publicados recientemente señalan una semejanza de un 91% entre el SARS-CoV-2 encontrado en murciélagos y el encontrado en pangolines de Malasia (Manis javanica). Algunos de estos estudios se realizaron con pangolines confiscados en operaciones contra el contrabando en el sur de China.
No aprenderemos nunca
La Organización Mundial de la Salud estima que, a nivel mundial, cada año se producen aproximadamente mil millones de casos de enfermedad y millones de muertes por zoonosis. Estas enfermedades de origen animal no son nuevas.
Probablemente una de las primeras pandemias de influenza se dio en la China, alrededor del 6000 a.C. Sin embargo, no hay datos oficiales, la más conocida es la llamada “gripe española”, letal y con dimensiones mundiales, fue en 1918, cuando terminó la primera guerra mundial. La cepa del virus H1N1 fue una pandemia que se extendió por todos los continentes a pesar de que en ese momento los viajes intercontinentales no tenían la frecuencia de los actuales.
El precursor fue un virus aviar que mutó y migró al ámbito porcino y de allí saltó a los humanos, fueron los soldados que volvían a casa que habían entrado en contacto con los animales.
El 2009 hubo un brote conocido como la gripe porcina, que se originó en los cerdos de México. Los expertos intentaron alertar, pero, la misma prensa hacia oídos sordos, porque se pensaba que esas enfermedades eran locales.
El VIH sida tiene origen en el virus de inmunodeficiencia de los simios. Existen evidencias científicas de que el virus simio estuvo presente entre los consumían y vendían carne de monos y chimpancés, pero el sistema inmunitario humano podía combatir, hasta que se produjo una mutación y apareció el virus letal VIH que infectó a 75 millones de personas desde los años 80 y cobró la vida de más 30 millones de personas.
Nick Ostle, investigador del Centro Ambiental CEH Lancaster de la Universidad de Lancaster, dijo que la evaluación de la IPBES debería servir como “recordatorio fulminante” de la interdependencia entre la humanidad y la naturaleza.
”Nuestra salud, riqueza y bienestar depende de la salud, la riqueza y el bienestar de nuestro medio ambiente”.
Todos los informes, coloquios, reportajes e investigaciones hacen suponer que el siglo XXI será el de las pandemias.
El humano está en la obligación de cambiar su modo de vida de lo contrario estaremos dejando a las generaciones futuras un planeta lleno de agujeros.
Carlos Decker-Molina