Arriba y abajo no es derecha ni izquierda


En el centro de Cochabamba, Bolivia. Foto: David Isaksson.

ENSAYO. En América Latina hay dos países: El país de los de arriba y el país de los de abajo. ¿Pero qué paso al inicio del nuevo siglo, para que se produzca el estallido de bronca entre los de abajo y los arriba? Se pregunta Carlos Decker-Molina en esta ensayo.

Esto es un texto de opinión.

Primero intentaré explicar qué son los de abajo y qué los de arriba. Me ayudará el recuerdo de una respuesta que dio De Gaulle cuando le preguntaron si era de izquierda o derecha, el viejo estadista dijo: Soy de arriba. Su respuesta implicaba la existencia de un “abajo”.

Para el viejo Mao, la izquierda era el pueblo y la derecha el imperialismo sin embargo para Weber y Marx, los precursores del discurso de las diferencias sociales, no existía el término pueblo, sino que se referían a las clases, niveles sociales a partir de su labor en el trabajo o con relación a las estructuras funcionales. 

Si hoy se pregunta: ¿Eres explotador o explotado? Las respuestas son diferentes incluso hay quienes no saben responder porque son cuentapropistas, tiene una tienda, un pequeño puesto de venta de comida o simplemente son parte de la informalidad o de la economía llamada GIG o les hicieron creer que “es mejor ser emprendedor” que trabajador. O, “es mejor ser consultor que empleado”.

La nueva nomenclatura es el lenguaje del proyecto que tenía sus antecedentes en la década de los 80 en la Inglaterra de Thatcher, pero, sobre todo en los “Chicago Boys” que diseñaron la economía chilena de Pinochet. Una síntesis del proyecto se reduce a: “estado pequeño y mercado grande”.

Los proyectos socialdemócratas en Europa funcionaron al lado del mercado, sin eliminarlo, regulándolo y sobre todo aplicando una política fiscal progresiva. Eran tiempos en que el mercado era más nacional que internacional. 

Después de la caída del muro de Berlín, los socialdemócratas inventaron un híbrido llamado “economía social de mercado”. Blair, el de la tercera vía en Inglaterra y Göran Persson en Suecia, podrían ser sus principales íconos. Esas ideas se expandieron y como el capitalismo es una entidad mutante aplaudió el cambio de lenguaje; el paciente del hospital paso a ser cliente porque el nosocomio pasó de manos del estado a manos del capital. 

Las socialdemocracias latinoamericanas nunca tuvieron la fuerza de las de Europa, tal vez Costa Rica sea el único buen ejemplo o el Frente Amplio de los primeros años del Uruguay democrático; probablemente es producto de la falta de una burguesía nacional y un capitalismo fuertes. 

Lo que sí hubo, incluso hoy, son burguesías gerenciales de las centrales que están en las metrópolis y un difuso capitalismo financiero. Tampoco hubo un proletariado industrial con algunas excepciones donde hubo un proletariado zonal como en México, Brasil y Argentina. 

Por eso me atrevo a decir que en el continente latinoamericano funcionaron los Frentes o los Movimientos policlasistas y nunca los proyectos comunistas y tampoco los socialdemócratas porque éstos no llegaban a ser lo suficientemente antiimperialistas como exigía un sector grande o mediano de la sociedad, sobre todo la pequeña burguesía universitaria. 

El policlasismo peronista en Argentina, el movimientismo en Bolivia, el varguismo en Brasil el PRI en México, el ADP de Venezuela el APRISMO en Perú, algunos de estos paraguas tenían bajo su protección incluso nacionalsocialistas como al interior de los peronistas y movimientistas, también cobijaron a militares progresistas y marxistas en sus filas. Estos últimos escribieron libros que intentaban explicar el nacionalismo de izquierda como Rodolfo Puiggrós en Argentina, Carlos Montenegro en Bolivia, Víctor Haya de la Torre en el Perú

No hicieron la revolución socialista y menos la comunista, sin embargo, fueron palancas que derribaron a las aristocracias políticas que actuaban como el brazo largo del colonialismo y del imperialismo, fueron movimientos políticos que cambiaron la correlación de fuerzas. 

Al margen de sus raíces ideológicas los movimientos policlasistas de América latina provocaron un corrimiento de clases, incorporaron a sectores sociales postergados y robustecieron la capa o clase media, sobre todo la burocrática. 

Muchos hijos de esos trabajadores llegaron a la escuela y la universidad, pero la pobreza y la injusticia no desapareció. Es más, los herederos de esos movimientos se convirtieron en burocracias políticas, en nomenclaturas donde figuraron por décadas los mismos nombres. Algunos de estos líderes de la nomenclatura aplicaron proyectos neoliberales con etiquetas sociales. Menem en Argentina y Paz Estensoro con su famosa expresión: “Bolivia se nos muere”. 

Una anécdota ilustra bien el cambio de lenguaje que introdujo el neoliberalismo. En una pasada por el Buenos Aires de Carlos Menem quise que me lustraron los zapatos en un puesto que encontré al final de la calle Florida. Algunos leen el diario o una revista cuando les lustran los botines, yo prefiero conversar, cuando el lustrador respondió a mi pregunta de siempre: – Y ¿cómo está la situación? 

Me dijo: “la política económica de Menem está empobreciendo a mi clase”. – Y ¿a qué clase te refieres? “A la clase media. Nos está jodiendo. Qué diría el general”.

Quizá el lustrabotas tenía razón, su clase tenía acceso al consumo, seguro que tenía una tele comprada a cuotas, no importaba que viviese en una villa de emergencia. Sus hijos iban a la escuela del barrio.

O el caso de los desocupados de la minería boliviana cerrada por él que las nacionalizó en 1952. En 1985 a través del DS 21060 los trabajadores de las minas dejaron de ser proletarios para convertirse en cultivadores de hoja de coca y por consiguiente cambiaron de categoría, pasaron a ser comerciantes o sea dejaron de ser nosotros para convertirse en individuos. “Estamos delinquiendo por hambre”, me dijo un exdirigente sindical a mi paso por el Chapare de finales de los ochenta, justificando los cultivos de cosa que iban a las fábricas clandestinas de cocaína.

El neoliberalismo trajo consigo el individualismo feliz, aunque en honor a la verdad hay diferentes individualismos. 

Los proyectos neoliberales comenzaron a crear una sociedad dividida entre los de arriba y los de abajo, incluso con algunas comenzaron a circular citas como: “Si no te superas y sales de donde estas, es por tu culpa”. “Si eres obrero pudiendo ser empleado es porque no has sabido aprovechar las oportunidades que te dio la vida”.

“Por qué vas a esperar que el sindicato negocie tus salarios si mejor lo puedes hacer tú. Si tú eres mejor que el otro”.

Finalmente, el gran descubrimiento, “la libertad de elección”, ¿por qué no puedes elegir entre una escuela y otra? O ¿por qué no puedes elegir entre una clínica privada y un hospital público o entre dos privadas? ¿Por qué tienes que comprar todo en el mismo lugar?

Chile es el mejor ejemplo, tuvieron un tiempo en que fueron los nuevos ricos del continente, los más adelantados, los más prósperos, con una tremenda gama de elecciones, es decir eran tan libres que podían comprar hasta el agua. Se les cayó el techo, los cimientos comenzaron a temblar poco antes de la pandemia. Y no fue un terremoto, fue el aumento en el precio de los billetes del metro, lo que provocó el desmoronamiento del edificio neoliberal vitrina latinoamericana.

O los colombianos que dijeron basta, cuando los impuestos los iban a pagar los de abajo y no lo de arriba, además, en plena tercera ola de la pandemia. 

El primer síntoma se dio al comenzar el nuevo siglo y fue en Bolivia. Evo Morales un dirigente cocalero, con una sigla de origen falangista MAS, aglutinó a “los de abajo” y ganó con más del 50 por ciento eliminando a los partidos de la democrática pactada. Dejaron a los de arriba con siglas vacías. Menciono a Bolivia y no a Venezuela porque el determinante en Bolivia fue el discurso abiertamente filomarxista en tanto que el venezolano dosifico su alianza con la Cuba de Fidel con el llamado bolivarismo. 

La bronca del Chile de abajo contra el Chile de arriba se produjo después de 17 años del alud electoral boliviano. Y la de Colombia después de 18 años. El resultado de las elecciones en Perú muestra la misma tendencia, hay dos países: El país de los de arriba y el país de los de abajo. El Salvador es otro ejemplo, los de abajo suelen elegir “magos” que modifican la constitución, pasan a controlar el poder judicial que se supone actúa por encargo de los de arriba y luego le toca al turno a la prensa porque los líderes de los abajo no quieren un discurso independiente porque lo consideran opositor y éste – el opositor – pasa de ser contendiente a ser enemigo irreconciliable. 

Mi primera síntesis es: El neoliberalismo se tragó el centro político, el reformista, el demócrata, el liberal (el social-liberal), el socialdemócrata el demócrata cristiano de “antes”.

Colombia es un caso especial porque el bi-partidismo y el neoliberalismo dejaron sin espacio a la izquierda que jamás gobernó Colombia ni tan siquiera a través de la tímida variante socialdemócrata. La izquierda fue vinculada a los grupos armados que se establecieron en vastos sectores del territorio nacional. 

Hubo intentos de saldar las cuentas de la violencia de las guerrillas y los paramilitares a través de consensos apoyados por la mitad de la población. La otra mitad siguió pensando en el castigo judicial o militar que es lo contrario a la paz porque ésta es resultado de una negociación.

¿Por qué califico la insurgencia como bronca?

Porque no es revolución en el sentido del viejo libreto marxista y, siendo insurgencia, tiene un componente de rabia, bronca y violencia, que en determinados casos se convierte en violencia delincuencial que no es lo mismo que la revolucionaria del viejo texto.

Hay algunos que dicen que los violentos son unos infiltrados en las filas de los insurgentes. Sí, siempre fue así, en tiempos revolucionarios era el lumpen, pero hay una diferencia con los partidos de izquierda de antes, llámense comunistas, trotskistas, maoístas o foquistas que suponían representar a los desposeídos, a los proletarios y sus aliados porque el “sujeto de la revolución” era la clase obrera aliada con otras capas. Hoy no hay un sujeto específico. Lo que los une a los de abajo es la juventud, el feminismo, el medioambientalismo, el anarquismo, el indigenismo, el género y sus nuevas expresiones, el anticonsumismo, el pacifismo, el animalismo. Sobre todo, están unidos contra el neoliberalismo y sus íconos políticos.

Perú es un ejemplo, el candidato de la izquierda Pedro Castillo debería ser un conservador porque está en contra del aborto y el matrimonio gay.

Los que tienen bronca tienen intereses disímiles, a veces se enfrentan como el caso boliviano entre mineros cooperativistas y trabajadores mineros o entre cultivadores de coca y otros indígenas que son víctimas del avasallamiento territorial. O entre el estractivismo y los ecologistas o medioambientalitas.

¿Qué hacen los ideólogos que los juntan a los de abajo, a los de la bronca? 

Cambian la razón por lo razonable y la ideología por las metáforas. Llaman a los sentimientos y no al conocimiento. 

¿Es de izquierda todo es agrupamiento variopinto? La respuesta es otra pregunta. ¿Es derecha lo que une a los de arriba?

Los de arriba tampoco son una unidad monolítica. El miedo a la bronca de los abajo a conducido a gran parte de las diferentes capas medias a alinearse con la derecha y dentro de esta hay una ultraderecha que mira a los de abajo como a seres inferiores, es decir aparece consciente o inconsciente el prototipo del racismo en sus variantes biológica y cultural.

Israel está muy lejos de mis ejemplos, pero sirve a la hora de analizar esas nuevas alianzas. Sólo para desalojar a Netanyahu, el eterno primer ministro, se unieron la derecha, la ultraderecha, los religiosos de uno y otro lado, las migajas de lo que fue el partido laborista y hasta un partido islamista. Lo mismo pasó en Bolivia cuando provocaron la huida de Morales; es entonces que la ultradereacha religiosa hace su aparición.

La cibernética, la robótica, la digitalización, los nuevos modos de producción, la globalización económica y financiera, expresiones del nuevo capitalismo, han fragmentado a la vieja sociedad de burgueses y proletarios. 

Es la placenta del bárbaro civilizado, pero también procrea una camada de seres que rechazan el consumo, solidarios con hechos puntuales como los derechos humanos de los refugiados e inmigrantes; quizá más cercanos a la dadivosidad cristiana, por ejemplo, frente a las expresiones del cambio climático. Anarquistas del individualismo extremo y lumbreras de la cibernética que guerrean a su manera metidos en las sombras de Internet. 

Internet y las redes sociales a creado un nuevo ser que no tiene bandera ni himno, es un ser global que, se va donde mejor le pagan, es un nómada moderno. Ciertamente el “hombre nuevo” es el que habla más de tres idiomas, el que no tiene bandera nacional y tampoco himno. Es individualista, no quiere hacer ninguna revolución, en lugar de hacerla emigra. En eso se parece al otro inmigrante que el hambre y el ecocidio lo lleva a la barca de la muerte y se atreve a cruzar el Mediterráneo para cambiar su medio social y económico. Las migajas de Europa son siempre mejores que los basureros de sus villas miseria.

Internet en América latina también ha creado expresiones adulteradas como la del bárbaro civilizado. Copias grises de la guerra cultural y la de los símbolos que se lleva a cabo en otras latitudes.

Quizá lo más rescatable de la fragmentación por ser los más representativos y respetables son los pueblos originarios que reclaman su lugar en la sociedad del futuro, el problema es que no se puede volver atrás más de 500 años y tampoco se puede enfrentar a los criollos del postmodernismo con revoluciones o violencias mortales, el desafío es aprender la coexistencia en el medio democrático y ese medio es mayoritariamente mestizo y reformista. 

Y aquí llego a mi conclusión.

Si los de arriba están unidos por miedo a la bronca de los de abajo y éstos están unidos porque se sienten basureados por los de arriba, lo ideal sería que los reformistas se desprendan de su alianza con la derecha y con la pseudo izquierda. Las diferentes capas medias deben buscar a sus pares que están por ahora a la derecha, para volver a reunirse en el centro del reformismo democrático, porque los de arriba no lo son lo que aparentan y tampoco los de abajo. 

Entre los de arriba existen los eternos conservadores que no entienden los cambios por ejemplo de género, negadores del cambio climático intolerantes con las nuevas capas sociales y entre los abajo también hay conservadores que tienen congelada la ideología, extremistas que quieren cambiar no solo el lenguaje sino el comportamiento colectivo. Están dispuestos a quemar libros y a fusilar en los paredones de la postmodernidad a los que divergen de opinión.

No es tarea de ningún líder, es tarea colectiva. Se necesita escribir el Manifiesto del Reformismo, un programa mínimo realizable en las nuevas condiciones. 

Carlos Decker-Molina

Un versión mas corta del texto fue publicado en el diario Página 7 de Bolivia.

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