Transformación digital: La tercera brecha


Digital Transformation: Photo Shutterstock

La Transformación Digital es uno de los mayores desafíos que las sociedades de hoy se ven obligadas a asumir, implementar y fomentar en un mediano plazo. Es un cambio que ya no es opcional, pues permea cada vez más sectores, desde las perspectivas tecnológica, social, económica, política y cultural, escribe Gabriel Levy en esta ensayo.

A diferencia de las etapas anteriores de los procesos de digitalización, algo que caracteriza la transformación digital es que es cotidiana e inevitable: a medida que avance el fenómeno, presenciaremos cambios sustanciales en todos los ámbitos de la vida humana. Por tanto, es importante que estemos muy al tanto de sus orígenes, procesos, promesas y riesgos.

Andréas Kaplan, en el texto Transformación e interrupción digital, afirma que la transformación digital es el cambio referido a la aplicación e implementación práctica de tecnologías digitales en todos los aspectos de la sociedad humana, siendo la tercera fase de la digitalización de las tecnologías de información y comunicación, es decir el tercer nivel de implementación de la digitalización. La digitalización, desde la perspectiva social, como ha ocurrido desde la aparición de la computadora hasta nuestros días, ha experimentado de forma sistemática, incluso redundante y en algunos pocos casos lineal, un ciclo que se compone de tres elementos: la competencia digital, el uso digital y la transformación digital.

El primer elemento se refiere al proceso de alfabetización digital, es decir la adquisición por parte de los ciudadanos de las competencias suficientes para comprender y dimensionar los recursos digitales. Es un proceso que, aunque apoyado en cierta forma en los sistemas formales de educación, se dio orgánicamente, jalonada por la novedad y la necesidad de adaptar las tecnologías nacientes, por lo que se desarrolló una clara cultura de la autodidáctica.

El segundo elemento, el uso digital, como su nombre lo indica, se refiere a la aplicación del conocimiento para el aprovechamiento de los recursos digitales disponibles, el cual impactó aún más claramente a múltiples sectores, revelando la tecnología como un “facilitador” tanto de la vida cotidiana como de los sectores educativo, productivo, gobiernos, administrativo, entre otros. Este elemento, a pesar de hacerse ubicuo y de influir de manera definitiva en muchos aspectos de la vida, seguía apareciendo como algo “complementario”.

El tercer elemento, sobre el cual trata este artículo, es el de la transformación digital, que a través de la innovación y la creatividad genera nuevos usos, obteniendo mejores y novedosos resultados, respecto de los esquemas tradicionales de aprovechamiento de las tecnologías digitales. Las tecnologías y usos digitales dejan de ser complementarios y se convierten en la columna vertebral de innumerables procesos, e incluso son el proceso mismo. En términos sencillos, la transformación digital es la mejora continua de los procesos humanos a través del uso creativo de las tecnologías digitales.

“La transformación digital se describe como el efecto social total y global de la digitalización. La Conversión analógica-digital ha habilitado el proceso de digitalización, que dio lugar a mayores oportunidades para transformar y cambiar los modelos de negocio, las estructuras socioeconómicas, las medidas legales y políticas, los patrones organizacionales, las barreras culturales, etc. existentes hasta el momento.Por lo tanto, la conversión analógica-digital (la conversión), digitalización (el proceso) y la transformación digital (el efecto) aceleran e iluminan los procesos de cambio en la sociedad, ya existentes y en curso, tanto horizontales como globales. Más allá de la implementación tecnológica o la digitalización de procesos y/o servicios, una Transformación Digital implica un cambio de mindset y la creación de una cultura de transformación que empatice con el cambio, y esté dispuesta a aceptarlo” (Tugrul U Daim).

Un ejemplo perfecto de transformación digital se ve en aquellas antiguas cabinas telefónicas en las que las personas hacían llamadas de larga distancia. Al quedar estos servicios en desuso con la aparición de los dispositivos móviles, fueron transformadas en puntos WIFI y de recarga de dispositivos móviles, adaptándolas a las nuevas necesidades de las comunicaciones contemporáneas mediante un cambio total y definitivo hacia el servicio digital.

Otro ejemplo de transformación digital se vivió en el contexto del confinamiento derivado de la pandemia del COVID 19, una situación global que aceleró la transición de muchos servicios presenciales a sus equivalentes en plataformas digitales, ante las fuertes restricciones que por meses evitaron casi todas las actividades presenciales.

Uno de los servicios en los que más se percibió la transformación digital es el sistema de consultas médicas, que reunía dos características que lo convirtieron en el perfecto campo de ensayo: las citas médicas requieren de alta presencialidad y son, en buena parte inaplazables.  Lo cierto es que, ante el general escepticismo, las citas médicas por tele atención no solo funcionaron, sino que ayudaron a descongestionar el sistema de salud y a generar una sensación de continuidad importante para la estabilidad social. Con el empujón de la pandemia, la implementación de la telemedicina se aceleró y generalizó hasta convertirse en ejemplo de una trasformación digital en pleno proceso.

Lo mismo está ocurriendo con múltiples servicios gubernamentales y de atención a clientes por parte de las empresas que, gracias a los servicios de teleconferencia y telepresencia, permitieron la continuidad del servicio sin necesidad que las personas se desplacen al lugar, evitando el contacto físico. Estos nos permiten analizar en tiempo real y en vivo como ocurre la transformación digital.

Mucho más que tecnología
Un exitoso proceso de transformación digital requiere mucho más que tecnología; es decir, implica un amplio cúmulo de factores, tales como las competencias profesionales, el desarrollo social, los niveles de apropiación y alfabetización digital, la cultura, entre muchos otros factores que hacen posible la transformación y exitosa la adaptación de la sociedad.

Adicionalmente los habilitadores digitales (en inglés: digital enablers), son claves y sirven como catalizadores del proceso.

Según el Instituto Valenciano de Competitividad Empresarial, entre una amplia variedad de habilitadores digitales se ha considerado que sectorialmente son relevantes los siguientes:

“Hibridación del mundo físico y digital, comunicación y tratamiento de datos, nuevos sistemas de fabricación, y conexión de la empresa con el consumidor” 

El desafió de las brechas
Una de las mayores dificultades con las brechas sociales es que son acumulativas, es decir a medida que emergen nuevas formas de brechas en muchos casos las anteriores siguen existiendo en parte importante de la población. Un caso concreto es el de la alfabetización tradicional (la capacidad de leer y escribir). A pesar de que muchas personas ya están inmersas en las tecnologías digitales, las profundas deficiencias en lectoescritura que se arrastran de la anterior brecha impiden un aprovechamiento sustancial de las nuevas tecnologías pues limitan el acceso a la información. Por ello, si bien ahora toma protagonismo el desafío en términos digitales sigue existiendo el desafió previo de la alfabetización idiomática o lingüística.

En el caso de la transformación digital, si entendemos en concepto de brecha digital como la capacidad que tienen (o no tienen) las personas de aplicar los medios digitales para generar cambios sociales importantes, esta nueva exigencia se suma a las anteriores brechas de apropiación y uso, que a su vez son adicionales a las de alfabetización. Por tanto, este tipo de transformación se convierte en una tercera brecha que, si no es adecuadamente enfrentada y canalizada por gobiernos, empresas y comunidades, puede aumentar sustancialmente las ya profundas desigualdades sociales.

En conclusión, la transformación digital es un proceso en marcha, en muchos sentidos inevitables que, como todo gran cambio social e histórico, promete un gran avance para la humanidad, la facilitación de muchos procesos, nuevas líneas de crecimiento económico y cobertura para poblaciones enteras que hasta hace poco estaban alejadas de muchos servicios. Sin embargo, también conlleva el riesgo innegable del aumento de la inequidad, si no se prevén y solucionan a tiempo las amenazas de la brecha digital.

Gabriel Levy

 

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