La economía parasitario – el cultivo perfecto para Covid-19?


Foto: Patryk Kosmider / Shutterstock

La propagación global de la pandemia deriva de los efectos colaterales de una nueva visión económica y social del mundo. La economía neoliberal digital de bajo costo ha sido el cultivo perfecto para  Covid-19, escribe Gabriel Levy en esto texto.

Expertos científicos que estudian el Covid-19 han encontrado que la propagación de la actual pandemia causada por coronavirus ha estado mediada por múltiples factores propios de las características biológicas del patógeno, como su capacidad de propagarse cuando los pacientes son asintomáticos, entre otro cuantioso cúmulo de factores clínicos.

Pero si bien desde la disciplina médica, biológica y epidemiológica existen múltiples factores identificados y documentados, a estos elementos les subyacen fenómenos caracterizables por otras disciplinas, que no han sido lo suficientemente analizados y que podrían ser promotores invisibles exponenciales de la presente pandemia que azota la humanidad.

¿Por qué el Covid-19 se convirtió en pandemia en tan corto plazo?

La palabra pandemia viene de las raíces griegas pan (todo) y demos (pueblo), y cuya significación se refiere a las afectaciones que padece un grupo de personas por cuenta de una infección en un área geográficamente extensa.

La pandemia del Covid-19 se originó por un tipo de coronavirus que pertenece a una familia previamente identificada en 2003 y denominada SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome – Síndrome Agudo Respiratorio), razón por la cual el nombre técnico de la actual pandemia es SARS-CoV-2019. En 2012 el SARS volvió a brotar en una nueva cepa mutada, esta vez en el Oriente Medio en 2012, y recibió el nombre de coronavirus causante del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio: MERS-CoV. 

En los casos del SARS y el MERS, sus brotes tuvieron más características de epidemia que de pandemia (independientemente de la declaración que se haya dado en su momento), toda vez que no lograron causar un daño global ni tuvieron consecuencias tan notables como el del COVID-19.

Lo anterior lleva necesariamente a preguntarse ¿por qué si el SARS, el MERS y el COVID19, son coronavirus de la misma familia, de origen zoonótico (adquirido por transmisión de animales), solo el COVID19 causó en una pandemia global de alto impacto?

La principal explicación que dan los epidemiólogos radica de las características biológicas del patógeno, menos mortal que sus predecesores y que aparentemente se puede contagiar de forma asintomática. Con estas características, el virus encontró las condiciones perfectas para la propagación, pues si un virus es muy mortal no alcanza a propagarse porque muere masivamente un grupo de personas evitando que estas lo dispersen lejos de sus comunidades (como el caso del ébola) y si solo se transmite cuando es sintomático, se combate aislando las personas sintomáticas. En el caso del Covid-19 la evidencia parece mostrar que el virus no presenta estas dos características, lo que probablemente esté facilitando su propagación global.

Si bien esta explicación clínica es plausible, existen otros factores médicos y biológicos que vienen investigando los científicos. De forma paralela, es necesario precisar que una pandemia generalmente requiere de factores externos, algo que se hace muy evidente en el caso del Covid-19 que en un muy corto periodo de tiempo se convirtió en pandemia.

La economía neoliberal digital de bajo costo (Low Cost)

Tal vez un factor preponderante y no tan visible para que el Covid-19 encontrara el caldo de cultivo perfecto para su propagación, se deriva de los efectos colaterales de una nueva visión económica y social del mundo.

Durante las primeras décadas del surgimiento de Internet, esta red estuvo inspirada por principios cocreativos y de innovación, cargada de contenidos gratuitos, de proyectos inspiracionales. En este ambiente Internet transformó significativamente las dinámicas globales, propiciando una mirada optimista de un mundo más colaborativo que competitivo. Sin embargo, esa filosofía se transformó cuando el neoliberalismo económico encontró en lo digital una nueva mina de oro, mucho más rentable, especulativa y con menos responsabilidades que el paradigma industrial y comercial sobre la que se cimentó el Neoliberalismo ortodoxo del siglo XX, y aprovechó el principio de neutralidad de la red para saltarse el equilibrio regulatorio y fundar lo que podríamos denominar una economía neoliberal digital de bajo costo (Low Cost), la cual siendo honestos, hemos disfrutado e incorporado por comodidad y ahorro a nuestras vidas, sin pensar en el daño subyacente que puede producir, es el efecto resultante de una globalización irresponsable que ni previó ni asumió las consecuencias de sus acciones.

AirBNB, por ejemplo, nació como una plataforma para permitir que las personas pudieran compartir sus casas y habitaciones, cambiando radicalmente la forma de alojarse y visitar otras ciudades y países, promoviendo que millones de turistas tengan acceso esquemas compartidos de alojamiento en cualquier rincón del mundo. Pero a su vez generó un turismo low cost parasitario, que, sin necesariamente quererlo, potencialmente produjo un caldo de cultivo perfecto para que los turistas se convirtieran en vectores  de contagio directos al centro de hogares y familias.

Teniendo en cuenta que muchas personas mayores se han dedicado a hospedar turistas en sus hogares como una manera de recibir ingresos adicionales, tal y como pasó en Italia y España, es posible inferir que esto fue un factor de propagación exponencial, toda vez que los adultos mayores son el grupo más vulnerable y el menos preparado inmunológicamente para enfrentar la pandemia. Esta situación su podría controlar mucho mejor, si los turistas se alojaran en hoteles debidamente constituidos, en donde se recaba información de los viajeros por exigencia de las autoridades, lo que permite mantener estadísticas y algún tipo de control. Muchos hoteles también cuentan con personal capacitado, seguros obligatorios para atender emergencias médicas, personal clínico disponible “especialmente en grandes resorts” y protocolos de desinfección, entre otros aspectos, podrían haber opuesto resistencia al vector de propagación. Para 2003 Airbnb (Fundada en 2008) no existía y para 2012 apenas comenzaba a popularizarse.

Turismo de lo pasado. Grand Hotel de Estocolmo

En otras palabras, si el sector del turismo de alojamiento no se hubiera precarizado tanto por cuenta de la economía digital low cost promovida por aplicaciones como AirBNB, posiblemente el brote no hubiera tenido un ecosistema de propagación potencialmente tan expedito como el que encontró en Europa y Estados Unidos.

Por su parte las aerolíneas low cost cambiaron las lógicas de la industria aeronáutica, llevando los costos operacionales a su límite y buscando utilidad en el crecimiento del volumen de las operaciones. Esto aumentó el número de pasajeros por avión, redujo el espaciamiento entre los usuarios y precarizó los empleos de esta industria, al tiempo que propició por los bajo costos, un aumento potencial de viajeros alrededor del mundo.

Según cifras del Banco Mundial, para 2003 viajaron 1.627 millones de personas globalmente, para 2012 la cifra casi se duplicó en 2.900 Millones de personas y para 2019 casi se duplica de nuevo con alrededor de 5.000 millones de viajes. Paradójicamente, el mismo modelo de operación low costpromovido por las aerolíneas, es el que las tiene al borde la quiebra, pues ante la falta de excedentes operacionales para constituir imprevistos, no tuvieron como soportar las consecuencias de una crisis de la que en parte podrían ser eventualmente responsables.

También en el sector transporte empresas como Uber cambiaron los esquemas de la movilidad pública individual, reduciendo los costos operacionales a mínimos operacionales y precarizando esta labor mediante la figura de socios conductores. Mientras, su descarado irrespeto por las normas en los diferentes países en donde operan, desencadenó un factor de riesgo adicional para la transmisión del virus.

En algunas ciudades en donde Uber opera ilegalmente, promueven que los pasajeros se sienten al lado del conductor, para evadir a las autoridades, y este simple hecho marca una notable diferencia de contagio potencial respecto de un taxi tradicional en donde el pasajero viaja en la parte de atrás, ya que el conductor y el pasajero están en contacto directo a menos de un metro de distancia, lo cual ayuda a la probable propagación.

Si se tiene en cuenta el número de pasajeros diarios que puede transportar cada uno de estos vehículos y que muchos conductores no cuentan con seguridad social en su precario trabajo en estas plataformas, esto de forma muy probable, posterga la asistencia médica del conductor potencialmente infectado, hasta que se encuentre muy deteriorada su salud, creando así una extensa ventana de exposición con todos sus pasajeros.

Uber Eats, que en América Latina tiene un competidor de gran tamaño denominado Rappi, son otros dos grandes exponentes de la economía Low Cost y precarizadores de las condiciones laborales de sus servidores. Sus redes cuentan con miles de repartidores desplegados sin los mínimos elementos de bioseguridad y sin ningún tipo de asistencia o apoyo sanitario, por lo que pueden convertirse en un vector de propagación expedito dadas las incalculables entregas de domicilios por día, una ventana de exposición que no existía en 2003 y apenas iniciaba en 2012.

Obra de arte, Antonio Caro (Colombia)

Incluso gigantes del comercio electrónico, como Amazon, Alibaba e Ebay, pudieran ser parte del problema potencialmente al poner a un clic todos los productos derivados de la producción en masa china al alcance de millones de personas alrededor del mundo y aunque no existe consenso en los expertos acerca de que a través de un paquete pueda transmitirse el virus (la mayor parte de la evidencia sugiere que el riesgo es mínimo), lo cierto es que estos paquetes son fabricados, empacados, transportados y entregados por personas que si pueden contagiarse y contagiar.

Lo anterior se ve potenciado si se tiene en cuenta que la mayoría de los empleos derivados de esta cadena de suministro han sido precarizados y no cuentan con las mínimas garantías laborales y mucho menos de bioseguridad. Todos ellos están expuestos, sin las mínimas condiciones, convirtiéndose en latentes vectores de contagio.

Pero sin duda, lo más increíble y a la vez vergonzoso de las consecuencias derivadas de la economía neoliberal digital de bajo costo, es que en el momento de la historia de la humanidad en que más avances de inteligencia artificial tenemos y en un mundo en el que hay algoritmos para prácticamente todo, desde predecir qué película veremos, que publicidad se nos ofrece, que ruta debemos escoger, que tiquete es el más adecuado, que debemos comer hoy, por quien debemos votar o la tienda en la que debemos comprar, no exista a la fecha un algoritmo o un sistema de inteligencia artificial capaz de predecir esta gran pandemia y la potencial crisis socioeconómica subyacente.

La economía neoliberal digital low cost privilegia a los algoritmos que pueden hacer viral a las frivolidades o farsas que predica cualquier influenciador en Youtube, TikTok o Instagram, con su lucrativo negocio de publicidad nativa disfrazada, y deja olvidados los algoritmos que podrían predecir el efecto económico, social y cultural de una pandemia como la del Covid-19.

Para Jaime García Cantero, director de la revista Retina, del diario El País, de España, quien recientemente publicó una columna denominada “El Homo Deus ha muerto”:

“La investigación científica convierte el dinero en conocimiento; la tecnología, ese conocimiento en dinero. El capitalismo digital primó esta última y descuidó la primera. Si la tecnología es el viaje de vuelta, la ciencia es el de ida. Decían que la tecnología nos permitiría dominar la naturaleza, eliminar las enfermedades, ser inmortales. El covid-19 ha demostrado que mentían. ¿Dónde están ahora los transhumanistas y su vida eterna, los que prometían que la inteligencia artificial anticiparía el futuro? Los algoritmos saben qué película vas a comprar, pero han sido incapaces de anticipar la mayor crisis global del último siglo. No es un problema de tecnología, el problema es al servicio de qué se ha puesto. Y el problema no es no poder ver: es estar mirando hacia otro lado”.

¿Por qué si Facebook y Google pudieron diseñar un algoritmo publicitario capaz de predecir el comportamiento de compra de los usuarios, precarizando a su paso la financiación de los medios de comunicación tradicionales en el mundo, no han utilizado esa tecnología para mejorar la respuesta del sistema sanitario ante una crisis global?

Y mientras la industria de las comunicaciones y telecomunicaciones sigue asumiendo la carga de todo el tráfico que generan aplicaciones parasitarias como Netflix, HBO Go, o Amazon Prime Video y soportando el aumento exponencial del tráfico durante el confinamiento, las plataformas OTT de video usan sus algoritmos solo para enriquecerse, haciendo dumping de tarifas al subfacturar sus servicios (no se incluyen los costos por uso de infraestructuras de red).

Las plataformas de Video Online facturan millones de dólares solamente en América Latina, apalancadas parasitariamente en las precarias infraestructuras de las pequeñas industrias locales de telecomunicaciones (ISP), protegidas por un uso abusivo del principio de Neutralidad de Red, congestionando a su paso las limitadas redes domiciliarias, muchas de ellas inalámbricas en zonas rurales, sin aportar un solo centavo a su sostenimiento o expansión, en un momento en el que estas modestas redes son indispensables para la subsistencia de las economías regionales en tiempos de confinamiento, otra absurda consecuencia de la Economía Neoliberal Digital de bajo Costo.

En Conclusión, aunque probablemente en algún momento hemos disfrutado viajando en Aerolíneas de Bajo costo y alojándonos en casas alquiladas por Airbnb, moviéndonos en las ciudades con Uber, pidiendo domicilios por Rappi, comprando directamente en China por Alibaba, conectándonos con nuestros amigos a través de los medios sociales como Facebook y divirtiéndonos con las películas de Netflix, lo cierto, es que todas estas empresas cimentaron sus modelos de negocio sobre un esquema ficticio y especulativo, que se aprovecha de la necesidad de empleo y abusa del principio de la neutralidad de red, razón por la cual hoy, mucho antes de lo esperado, estamos pagando las consecuencias, pues no solo permitimos la proliferación de un monstruo que acabó con las posibilidades de una economía sustentable y responsable, sino que además, permitimos con silencio cómplice, la precarización de los empleos y servicios en el mundo, mientras ese mismo modelo, muy seguramente sirvió como coadyuvante para que el Covid-19 sea una pandemia de proporciones globales inesperadas y no una epidemia controlable, tal y como lo fueron en su momento el SARS en 2003 y el MERS en 2012.

Si algo debemos aprender de esta pandemia, es la necesidad de al menos debatir de forma amplia y plural, acerca de la pertinencia en el futuro y los riesgos de la Economía Neoliberal Digital de Bajo Costo.

Gabriel Levy

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