La pandemia del unívoco


Illustration: Shutterstock

Mi primera intensión es demostrar la inexistencia de las razas. Hay un cierto consenso mundial sobre la aplicación de la noción francesa de nación, pero, últimamente, han reaparecido tendencias que quieren aplicar el viejo concepto anglosajón que define la nación como una unidad étnica, escribe Carlos Decker-Molina.

Quiero comenzar con dos anécdotas relacionadas con el color de la piel de los seres humanos. 

Imamu un colega de Somalia me escuchó decir, “gente de color”. Cuando estuvimos solos me preguntó ¿por qué dices gente de color? sabes que somos negros. 

“De color” podría hacer suponer – me dijo – que hay gente con la piel verde o celeste. 

La otra anécdota. Estuve de paso por República Dominicana mi destino era Panamá que la acababan de invadir los estadounidenses. Un colega dominicano se refirió a los haitianos como “esos negros de Haití”, no puede menos que decirle: Y tú ¿de qué color eres? La piel del dominicano era café, producto de un mestizaje. Para los anglosajones habría sido un negro, pero el hecho de ser una tonalidad menor del negro le daba derecho a señalar a los haitianos como a negros y por supuesto vagos, ladrones, flojos y “gente de la que hay que desconfiar”. 

Las protestas antirracistas en los Estados Unidos, en varios países de Europa, la andanada de sandeces que aparece en la Red y los intentos por borrar el relato de los vencedores como verdad histórica y, ante los intentos por sustituirla con la historia de los perdedores, exige observar este tema y qué mejor que con mis ojos de afuerino, un boliviano en la Suecia blanca.

Mi primera intensión es demostrar la inexistencia de las razas. Para explicar mejor, recordaré el descubrimiento humano más importante del último tiempo. 

El Genoma Humano (GH) una estructura genética completa que nos enseña los secretos de la vida y la muerte demuestra que la teoría de las razas es un equívoco absurdo. El GH expuso que los seres humanos somos 99,9% idénticos, el 1% restante es lo que se conoce como ADN y en él están las diferencias de cada uno de nosotros como el color de los cabellos, el color de la piel, la estatura promedio y la formación de los dedos de pies y manos.

Los científicos descubrieron que una parte del ADN que la nombraron ADN Mitocondrial, transmitida por la madre, permanece intacta desde siempre, lo mismo pasa con el cromosoma “Y” transmitido por el varón, de ahí viene la descendencia en mosaico, es decir los hijos tienen los rasgos del padre y de la madre. 

Allan Charles Wilson que fue profesor de bioquímica en la Universidad de Berkeley neozelandés fallecido en 1991 hizo un trabajo comparativo. Observó el ADN de las mujeres de todo el mundo y comprobó que la unidad genética en todas las “razas” del mundo es la misma y corresponde a una mujer negra que vivió en el África hace mas 150 mil años. Es decir, según la investigación de Wilson, todos tenemos la misma madre africana incluidos los supremacistas blancos.  

El descubrimiento del GH y las investigaciones de Wilson son la respuesta a lo que podemos llamar racismo científico que, aunque es un desacierto, intentaré explicarlo

Racismo científico
La base está en la teoría de Charles Darwin sobre la evolución de las especies y la de Herbert Spencer que es el verdadero padre de las razas, “…la selección natural ha llevado a la superioridad de los blancos”. Después se llamó “darwinismo social”. Francis Galton comparó la fecundidad y la degeneración de los individuos, lo que le permitió demostrar la superioridad de los blancos y, de paso la diferencia entre ricos (blancos) y pobres (los otros). Así nació el llamado el primer “consenso científico”.

Según el cual los contactos sexuales entre razas diferentes producían individuos con limitaciones y taras, por eso estaban prohibidas las relaciones sexuales entre personas de diferentes “razas”. En países como los Estados Unidos (EE. UU.) esta lógica privilegió a los anglosajones por sobre los blancos no anglosajones como polacos, italianos, serbios o griegos. Los descendientes de los llamados “pieles rojas”, negros y chinos pasaron a ser clasificados como razas inferiores. 

El Instituto Kaiser Wilhelm llegó más allá, demostró (no se sabe cómo) que la preservación de la pureza de la raza blanca exigía no sólo la prohibición de reproducirse con individuos de razas inferiores sino toda relación sexual, incluida la penetración anal, lo que vino a justificar las posteriores prohibiciones y represiones a la homosexualidad. El régimen de Hitler fue muy cruel contra los homosexuales.

La segunda guerra mundial terminó con el experimento del nazismo. Fue Hitler que aplicó como base científica de su discurso el racismo, el darwinismo social y el eugenismo. Terminada la segunda guerra mundial la humanidad no tuvo otra alternativa que revisar esos viejos esquemas, aunque con muy poco interés.

La descolonización se inició justo en medio de la reconstrucción europea. La humanidad estaba frente a un nuevo dilema. Las instituciones multilaterales como la ONU y la UNESCO iniciaron nuevos debates sociales y científicos. En 1950 la UNESCO descartó como verdades científicas tanto el “darwinismo social” como el “eugenismo”. “La humanidad surgió de varias razas diferentes de homo sapiens prehistóricos”.

¿Cómo mantener la diferencia? 
El derecho y la jurisprudencia son las nuevas herramientas. Todavía hoy, cuando se ingresa a los EE. UU., el viajero debe rellenar un formulario que habla por si de la ignorancia hecha norma burocrática. 

El cuestionario de la oficina de migraciones de los EE. UU. confunde y mezcla los conceptos de nacionalidad, etnicidad y raza.

Para identificar este fenómeno en el contexto del debate sobre el racismo y el antirracismo lo vamos a llamar: 

Racismo Burocrático
Este fenómeno comienza en el debate sobre el concepto de Nación. Es decir ¿cómo definir la nación?

Hay un cierto consenso mundial sobre la aplicación de la noción francesa de nación, pero, últimamente, han reaparecido tendencias que quieren aplicar el viejo concepto anglosajón que define la nación como una unidad étnica. Veamos las diferencias:

La revolución francesa adoptó la siguiente definición: ‎‎”Personne juridique constituée par l’ensemble des individus composant l’État” (Decreto del rey ‎Luis XVI, 23 de julio de 1789).‎ Es decir la nación es la persona jurídica constituida por el conjunto de individuos que componen el Estado. Incorpora la calidad de ciudadano sin adjetivos de “raza” ni etnicidad.

Para los anglosajones la nación es: “A large group of people having a common origin, ‎language, and tradition and usu. Constituting a political entity”, es decir nación es un “gran grupo de personas que tienen un origen, una lengua, una tradición y costumbres comunes que conforman una entidad política”.

Los británicos siguen aplicando la “ley de las relaciones raciales de 1976” (Race relations Act 1976)

 Los franceses están más cerca de la división de clases que los británicos, a pesar de que ambas experiencias no establecen claramente “diferencias raciales” sino de nivel social.

Se confunde entonces nivel social con el color de la piel, porque la mayoría de los que pertenecen al nivel social bajo no son blancos.

Con este nuevo tipo de diferenciación se establecer el “no es nuestro igual”. Es decir “nuestro igual” es aquel que tiene incluso las mismas tradiciones.

La gran confusión
Con la caída del paradigma comunista hay una desesperada búsqueda por descubrir nuevos sujetos para la revolución anticapitalista. Probablemente Laclau y Mouffe son los autores que más han escrito sobre el tema y se han convertido en los padres de la construcción discursiva de los sujetos, es decir los discursos ideológicos pueden dar origen a nuevos agentes de la revolución. John Austin (filósofo del lenguaje) diría que el discurso tiene carácter “performativo” es decir es un discurso que conecta el lenguaje con la acción. Simplificando, es como fabricar y difundir relatos que vayan generando conflictos funcionales a la cusa de la pseudo izquierda. Por ejemplo, etnia y/o raza presentados en un paquete cultural e histórico como la colonización o el esclavismo.

 Y ¿el proletariado de Marx? o son clase media, o han sido remplazados por el chip y la revolución digital o son prisioneros de sistemas donde no les permiten la sindicalización libre. 

Los hombres blancos encadenados como esclavos paseándose por las calles de Europa, o congresistas de rodillas en el capitolio de los EE. UU. son discursos “performativos”, manifestaciones que tienen como meta descubrir un “racismo de ideas” que puede derivar en una oleada de autoritarismo, en el peor de los casos y parafraseando las glorias de las guerrillas revolucionaria, el retorno del paredón. 

Ese “racismo” de ideas de triunfar en algún lugar del mundo, llevará al paredón a quienes piensen diferente y digan, por ejemplo, que el colonialismo nos dio de herencia la lengua castellana. Otros candidatos al paredón serán quienes nieguen la pureza étnica o se opongan a la quema de libros con símbolos esclavistas o colonialistas.

Todo este nuevo entuerto, además, en plena pandemia. Es como juntar dos pandemias y lanzarlas contra el cuerpo social, la COVID-19 y la pandemia del unívoco.

Carlos Decker-Molina

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